La intuición surrealista de Goya


Cuando en la Península Ibérica se sucede sin gran relieve ya la pintura neoclásica arrancando el siglo XIX, el genio desbordado de Goya anticipa el romanticismo en España con sus pinturas negras y sus grabados sobre la devastación de la guerra, intuyendo incluso el Surrealismo en esta bellísima obra, El entierro de la sardina (1812), en donde se dan cita la pesadilla y lo grotesco envuelto en una atmósfera onírica en donde las figuras son macabras, febril jolgorio carnavalesco de aquelarre sus personajes. Toda una intuición que viene de las deformaciones flamígeras de El Greco, las caricaturas de Quevedo, y desemboca en la digestión igualmente lúcida y descomunal con la que Valle Inclán inaugura su soberbio esperpento...cuyo último acto debemos a otro genial dramaturgo: Fernando Arrabal. Los dos autores han confesado sentirse herederos del espíritu de Goya, un pintor absolutamente universal y postmoderno cuyas claves son inagotables.

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