Pobre se queda la exposición de las obras presentadas al VII Premio Poesía Experimental de Badajoz, que ha entrado en franca decadencia, pese a la opinión de algún que otro crítico de arte. Hay escasa participación. El montaje está absolutamente desangelado, sobra espacio a raudales, se ve un conjunto desflecado en la que se ha designado ganador a Juan José Ruiz con “España 1939-1975”, un poema-secuencia en la que se sitúa verticalmente un lápiz bicolor rojo-azul que se convierte paulatinamente en un lápiz todo azul, en clara alusión a la memoria histórica hoy de moda en nuestro país y que deja en evidencia la clara politización de esta última edición. La participación y la calidad es escasa salvando las obras de Eduardo Barbero, que encaja una composición tipográfica de la letra A en "homenaje a Brossa" y la ingeniosa obra de Domingo Frades, con su obra “Menudeo” en donde pega distintos papelillos sobre una lámina evocando indirectamente a la drogodependencia al igual que al menudeo contrabandista de antaño con el tabaco y el café (actividad pródiga en toda la raya portuguesa hasta hace unas décadas) la obra en papel cae en la reiteración de lo autorrepresentable, resultando piruetas vacuas. Una muestra cuyo principal interés es el poema objeto entre cuyas obras destaca “El paraíso perdido” de Pepa Bosqué y “Algunos capítulos de una larga historia” de Giovanni Boza. Nombres no habituales del circuito literario que nos hace pensar en la aportación siempre lúcida y ahora más creciente de los artistas plásticos de carrera que redimensionan la poesía visual y experimental, y que sin duda están destinados a insuflar un poco de aire en este lenguaje artístico y que hará replantearse los términos de un premio que (por lo visto en la exposición) se ha desinflado y ya no estimula apenas a nadie a participar.
Comentarios
Siempre hay alguien a quien no le gusta la sopa de ajo.
¿Que la vamos a hacer?.
Mikel Jauregui
Un participante.