Traicionarse para mantenerse fiel. La paradoja irresuelta de Cristina Lavransdatter

Traicionarse uno mismo sus propios principios de vida es algo que ocasiona un grave daño para sí. Este parece ser el lema de Cristina Lavransdatter (1920), inolvidable obra de la novelista noruega Sigrid Unset (premio nobel literatura 1928), regalo de Natalia.

La acción se desarrolla a lo largo del siglo XIV en el norte de Noruega y da cuenta de la vida de Cristina Lavransdatter y su marido Erlend Nikkulassoen, ambos transgredirán el orden social impuesto que los separa inicialmente hasta conseguir su matrimonio y crear su propia y nutrida descendencia.

Cristina doblega tenazmente todo a los sentimientos hacia Erlend quebrantando su propia educación hondamente cristiana y sintiendo haber engañado así a su padre Lavrans, al que adora (de alto y rico linaje rural) para conseguir un amor que (siente ella) tal vez no le corresponda a Erlend, dado que no se siente correspondida. Ha arriesgado todo (su status social, su reputación y sus propios lazos de familia y de amistad) mientras que su marido Erlend no parece (según ella) valorar en toda la extensión el valor de su gesto. Aún más a su pesar, Erlend, educado en el código cortesano del honor y de la guerra (todo lo contrario que Cristina), intenta transmitir sus valores heroicos a su prole en contradicción flagrante con la actitud proteccionista que Cristina tiene hacia sus hijos, volcada en transmitirles valores cristianos, que, a la sazón se habían introducido recientemente en aquel país.

El tormento de Cristina durante toda su vida será el convivir diariamente con el sentimiento de pecado que ha sentido cometer, convencida de que ha hecho su propio bien a través del mal, hiriendo así incluso a personas muy íntimas que no lo merecían.

La complejidad del personaje de Cristina está registrado a la perfección por Unset, su zozobra existencial provocada por el remordimiento y el sentido de traición contrasta con la actitud de Erlend, un personaje más coherente en sus sentimientos dados sus planteamientos de vida más sencillos.

La novela retrata la época con gran viveza. Organización económica, política y social, legislación y diversos usos (alimentos, vestidos, etc) se dejan translucir en la acción para hacernos ver que la sociedad normanda estaba ya desarrollada en sus aspectos básicos. El fervor religioso de los personajes se entiende en una época de transición hacia la imposición del cristianismo y de hecho, convive en la novela con el paganismo de parte de la población (que tiñe también los sentimientos de Cristina mediante sus propias supersticiones), este proceso de cambio influye sutilmente sobre la actitud que van tomando los personajes y por eso tanto como hablar de una novela histórica (que lo es) deberíamos también hablar de novela psicológica ya que asistimos a las relaciones y al desarrollo interior de unos personajes siempre acomplejados.

La autora Sigrid Unset sin duda desata en esta novela sus obsesiones feministas (ella misma fue una activista por la liberación de la mujer en su época), lo que en ocasiones parece resentir la verosimilitud de los personajes haciéndolos actuar con una condescendencia muy discutible para la época. Sin embargo, parece retratar a través de Cristina los demonios interiores de cualquier persona derivados de su educación sentimental (en sintonía con las teorías freudianas incluso), y a veces nos parece estar en una novela de tesis cuyos modelos decimonónicos tendría cercanos la autora cuando escribió esta su novela. Incluso tiene ecos deterministas su conclusión, tal vez para reaccionar ante ese final. O tal vez sea el reflejo de una contradicción que la propia autora, Sigrid Unset, contagiada por la bipolar Cristina, se hace a sí misma.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Con tus comentarios acerca de Kristina Lavransdatter, rememoro todas las sensaciones que esa historia me hizo sentir. Describes muy bien la bipolaridad de aquella mujer, su constante lucha y sacrificios personales, "pese" a que se mantuvo fiel a si misma, con toda la repercusión que ello le llevó a lo largo de su vida. Y con todas sus contradicciones.
¿Crees que hubiera sido más feliz si hubiera accedido a las intenciones de su padre, casándose con un hombre no amado verazmente, y viviendo en una tranquilidad más organizada?
Tarde o temprano, su yo más orgánico hubiera salido a flote. Su sufrimiento hubiera sido igual, o acaso más agudo: siempre y cuando ella fuera siempre consciente de sí.
Hagas lo que hagas, la vida conlleva siempre sufrimiento, en algún momento. Entonces, que ese, sea merecedor de la verdadera búsqueda de uno mismo. Y entonces, la vida habrá merecido la pena ser vivida, y tras esta corta, larga, sufrida y maravillosa vida, seremos estrellas fugaces en un cielo malvazul, en todas las horas brujas.
Anónimo ha dicho que…
Nada es perfecto. Ni siquiera la Belleza, pues esta no está a todas horas presente entre nosotros. Lo perfecto dentro de nosotros, es la búsqueda de esa fugacidaz.
Y continuamos viviendo. Tenemos la suerte de contar con las pequeñas alegrías cotidianas. Por suerte para nosotros mismos, necesitamos un mayor, constante y prolongado contacto con nosotros mismos, con lo que amamos. Por eso, cuantas más veces encontremos esa estrella llamada Belleza, mejor nos sentimos.
La vida de Kristina fué decisión suya. Todo lo demás fué fruto de su elección.
Su vida fué hermosa, porque no fué una vida plácida. El precio que tuvo que pagar ya lo sabemos.
Luego, está todo lo demás, cada detalle, la vida de sus otros, de su marido, de sus hijos, de sus padres ... pero mientras hagamos como ella, tenazmente buscando una estela interior, todo se hace más real a nuestros ojos.
Porque es nuestra obligación para con nosotros mismos, el ser felices. A pesar de las múltiples inconveniencias que se nos presentan a veces por entre el camino, nuestro privilegiado paso por esta vida.


voy a ver la luna
¿vienes?