Sevilla ardiente

Mi buen amigo el pintor Marcos Zrihen me invita a la última cena antes de abandonar Barcelona en un restaurane del Maremágnum, en el muelle, conversando de vida y arte, que en nosotros se confunden. A la mañana siguiente salgo de la metrópolis a primera hora para llegar a una Sevilla sofocante aguardando la llegada del lunes, bajo estas condiciones la ciudad se hace irrespirable y plomiza, sofocada por el propio aliento de las calderas infernales que sólo aminoran su fogarada al restablecerse la noche, como tregua benigna para todo tipo de vida

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