Desinformación, esclavitud y poder, de Meridional producciones




Hay argumentos escasamente convencionales  que, sin embargo,  son idóneos para transladar al público inquietudes determinadas  y no son habituales en cuanto se plantean cuestiones de nuestra realidad actual que, además, aún se encuentran irresueltas.  Una prueba de lo dicho la encontramos en Los esclavos de mis esclavos sobre el conflicto de oriente medio para tratar un problema humano, drama original de  Julio Salvatierra que representó la polivalente Meridional producciones bajo la dirección de Álvaro Lavín en la  Sala Guirigai de Los Santos de Maimona la noche del 13 de enero.

Tres cooperantes apresados por los guerrilleros afganos se ven forzados a una convivencia febril y opaca a la que progresivamente se irán adaptando gracias a diversas estrategias,  gracias a la cual los personajes conseguirán la pura supervivencia sobre sí mismos y sobre los demás, aceptándose entre sí, hecho que transciende a toda ideología.

La obra, como no podía ser de otro modo,  plantea el conflicto en Oriente Medio como  disputa entre dos esferas culturales que Occidente ha proyectado intoxicando o desinformando en muchas ocasiones, desde una visión paternalista.

La estructura de la obra es lineal y episódica en función a la aparición de los personajes en escena con un tratamiento temporal elíptico enfocado a distinguir la evolución psicológica de los personajes, que aparecerán sucesivamente sobre el escenario, el primero de ellos  el vitalista montañero Rober (Fran Cantos), el preso más veterano y por ello el maestro de ceremonia, seguido del  novelista Ismail (Álvaro Lavín), afgano criado en EE UU que nos ofrece una visión ecuánime del conflicto,  y finalmente la directora de seguridad de la ONU Anik (Elvira Cuadrupani) custodiados por la afgana y guerrillera Anik (Inés Sánchez), una carcelera que paradójicamente vive presa como mujer y como víctima de la guerra y que introducirá el tema de la desinformación (la información es un arma y vosotros estáis desarmados replica en una escena)  desestabilizando a sus prisioneros y en particular a la directora Anik, con la que se hermana en un hermoso abrazo, uniendo sus dramas.


La escenografía sobria y claustrofóbica apoyada por video y sonido acierta a trasladarnos este oscuro drama político y existencial montado por Meridional producciones, donde  unos personajes empozados en su propio dolor luchan por su propia libertad desde ángulos diversos, lo que nos hace reflexionar sobre los límites reales de la cárcel, dónde empiezan y dónde terminan nuestros propios prejuicios, un espacio endiabladamente  cerrado en donde también nosotros nos encontramos presos, esclavos de una larga cadena.

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