Crepúsculo de oro en el delicioso aroma de un modernismo
provinciano, sándalo y limón, desmayado brío imperial en sus huellas
grecorromanas. Tenue acuarela el color desplegado en las flores de austeros callejones
somnolientos en la tarde que declina. Doméstico
delirio de un pintor extravagante y genial que sueña nuevas dimensiones bordeando
puentes, atravesando los campos de labor.
Así es, dulce y discreta, la ciudad
de Arlés verdiazul, reposo del sueño en su apunte modernista y vegetal.
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