Yolanda Pérez, accionista general del arte

Yolanda me saludó con su dulzura de siempre. Su aspecto es siempre el mismo (la conocí en la muestra “La palabra imaginada” en Don Benito, 1999), su mirada vivaz y animosa, su corbata letrista estilo Marinetti. Debe de tener un pacto con el diablo. No hace mucho que nos vimos. Fue en la pasada edición de Edita (07) en Punta Umbría. Yolanda Pérez vino de Madrid a dar la última charla del curso sobre Poesía Visual que organiza el Centro de Profesores y Recursos (CPR) de Plasencia. Fue en realidad una charla-performance toda ella en donde se hizo hincapié sobre las diferencias existentes entre el arte de acción y el teatro propiamente dicho, una de ellas es que en el happening el autor necesita que el público participe de modo que se convierte asimismo en autor. Otra más es que el arte de acción no se ensaya. Y que todo el mundo puede estar capacitado para hacerlas, no es preciso una capacitación especial. Realizamos dos acciones divertidas que fortaleció el ambiente: explotar globos abrazándose a otra persona (dificilísimo por cierto) y bajar las escaleras en grupos de tres personas de forma simultánea.

Una vez finalizada la charla, nos regaló un ejemplar de Experimenta, la revista que edita, en esta ocasión dedicada a Jokin Díez de Fortuny. Estuvimos cenando con ella Emilia Oliva, la artista María Jesús Manzanares y yo, hablamos de su vida de accionista o performer, de sus proyectos innumerables proyectos, como las ediciones de Veni Vino, una convocatoria interactiva periódica que realiza Yolanda en Madrid, bajo los auspicios del vino (una propuesta que curiosamente entronca con los encuentros poético-gastronómicos de Cal Jep que organiza Agustín Calvo y José Antonio Marcelo en su granja de Castelfollit del Boix), con el recuerdo presente de amigos comunes como Joan Casellas (considerado por ella un verdadero as del accionismo).

Una cena divertida en la que Yolanda continuó sacándonos fotos con cubiertos y cosas e improvisando acciones, entre generoso vino y chupitos de limoncello discurría hasta pasada la media noche la conversación con nuestra Yolanda lúcida, vibrante, diáfana, sencilla, cordial siempre.

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