La ausente realidad del signo

Sugestiva obra la del pasado jueves noche en el Alkázar de Plasencia, en donde se representó el drama El guía del hermitage, libreto de Herbert Morote, a cargo de Pentacion espectáculos, dirigida por Jorge Eines y protagonizada por Federico Luppi, Ana Labordeta y Manuel Callau.

Evacuada la ciudad de Leningrado (hoy San Petesburgo) ante la amenaza nazi, resisten como fantasmas en el museo de bellas artes Hermitage el conserje y el guía, quien parece haber perdido la razón prolongando su rutina de visitas guiadas ante un público y unas obras inexistentes, y así el conserje se lo comunica a su mujer para que lo translade a un hospital. Sin embargo, progresivamente, el conserje y la mujer del guía van a asumir la visión de este personaje (cuyo grado de locura es relativo ya que es consciente de la situación), hasta el punto de que, a su muerte, el conserje (testigo silencioso de las charlas turísticas durante quince años) recoge su herencia y prosigue con su labor, el sueño y la utopía continúan vivos así, aunque la dureza de la realidad lo niegue.

Pese a su planteamiento estático: su desarrollo en un no-lugar (el palacio deshabitado e inhóspito), la acción es vibrante y tensa gracias al pálpito del texto, al cromatismo de la palabra, que cobra protagonismo en sí misma ante la desnudez escénica creando vívidas y plásticas imágenes. El acento argentino de los actores (Lupi y Callau) infunde colorido a la declamación de una obra de sentido existencial, con ecos del teatro del absurdo en donde gravita por igual el problema de la referencialidad o la representación artística (muy en boga últimamente con refundiciones del arte conceptual), la percepción del signo y su referente, que provoca aquí sutiles paradojas sobre el significado del arte y de la historia.

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