Palencia bucólica





Dejando atrás el fragor de la verbena en Valladolid, he llegado en tren a esta serena ciudad en una tarde aletargada como las nubes que se posan en el lejano y pardo horizonte.

No más dejo la maleta en el hotel, me tomo un té en el bar de abajo esperando a Julián Alonso, que puntual aparece y paseamos charlando tranquilamente por esta discreta y pulcra ciudad que es Palencia, es un lujo visitar con él la catedral y escuchar de él leyendas y anécdotas sobre la historia medieval de este entorno.



Juntos hemos visitado una interesante y controvertida exposición de Gregorio Antolín en la Fundación Caneja, en la que se recogen poemas visuales, objetos e instalaciones absolutamente chispeantes, se diría dentro del ambiente Fluxus. Gregorio Antolín tiene una gran destreza en el dibujo y se desenvuelve bien en el video-arte del que hay algunas muestras.



He pasado la mañana de este día 9 paseando sin prisas por la placidez de esta apacible ciudad, alargando el paso por los soportales de la Calle Mayor, buscando el herbolario del licenciado Diego Marcos, el último patrón de Alfanhuí. Sólidas iglesias de piedra clara, y avenidas desahogadas con decorosa elegancia, el río respira hondamente a lo largo de su verde ribera, testigo de remotas leyendas medievales. Entrañable ciudad bucólica, Palencia es un limpio despertar en una mañana de primavera.

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