Julio Verne es un autor que nos viene acompañando durante toda la vida desde nuestras primeras lecturas en la pubertad, no es fácil que un autor consiga permanecer tanto tiempo en la industria editorial con esa frescura, pero todavía es más difícil que un autor consiga de un lector captar de este tanta fidelidad a lo largo de toda su vida.
Sin lugar a dudas, es uno de los pocos autores que atrapan al lector desde la primera línea pero no es por los argumentos de sus novelas, fantásticos y en ocasiones aparatosos, con proyectos colosales. No nos entusiasman precisamente sus personajes, esbozados esquemáticamente, hombres de acción como corresponde al entusiasmo del hombre positivista del siglo XIX. Menos encanto todavía tiene su rupestre estilo literario, áspero y a veces demorado en el pormenor administrativo, necesario para crear la sensación de realismo nítido que revela lecturas de Balzac. No es, insisto, la musa científica de Verne lo que nos deslumbra en sus novelas, muchas veces adelantándose al futuro en sus ingenios mecánicos.

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