La máquina de hacer ruido de la Iglesia de Santa Eulalia

Hay un misterioso ingenio mecánico casi olvidado de los libros por lo inadvertido en uno de los paramentos de la nave central en la iglesia de Santa Eulalia en Palma: parece una aparatosa yunta de bueyes debido a su armazón de madera, pero al poco, observaremos que se trata de una rueda de la que penden campanillas: una rueda-matraca accionable a través de una soga de la que el cura o el monaguillo tiraba.





La aparición y función de este ingenioso invento, que se remonta al Bajo Medievo (al menos el que se conserva en esta iglesia), motivado, según he leído, del antiguo oficio de tinieblas, cuando, el miércoles de Semana Santa, para conmemorar la muerte de Cristo, con la iglesia a oscuras solo iluminada por la luz de velas de un candelabro de quince brazos (los testigos del mensaje revelado: los once apóstoles más las tres Marías (María Salomé, María de Cleofás y María Magdalena) más la Virgen María, se iban apagando sucesivamente tras entonar sendas letanías, y, al apagar la última, con la iglesia en tinieblas, el monaguillo rompía a tocar la matraca infernal, símbolo del caos en que el mundo, teatro de vanidades, estaba sumido hasta el nacimiento de Cristo, el mundo durante varios minutos tras los cuales se va restableciendo la luz de las velas (la luz que surge de la vigilia pascual del rito católico) y se reduce la batahola –caos del mundo y pasión de Cristo - hasta recobrar la serenidad  y orden del mundo, que adviene con la presencia de Jesucristo resucitado.

Este ingenio de la matraca del templo de Santa Eulalia muy posiblemente hubiera inspirado a Camilo José Cela (quien residió buena parte de su vida aquí en Palma) su obra Oficio de tinieblas (1973), contribuyendo con esta su obra experimental también él a rastrear las huellas culturales del pueblo mallorquín, huellas muchas veces envueltas en el misterio y solo reveladas en la constancia de la fascinación.

  

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