Apuro un fin
de semana lleno de amistad y literatura con mi querido Gonzalo Hidalgo Bayal, que se ha acercado por Zafra
a recoger el IX premio bienal de narrativa Dulce Chacón por su volumen de relatos Conversación
(Tusquets, Barcelona, 2011),
y sobre el que yo mismo aposté en su día haciendo cumplida reseña en Madreselva.
Gonzalo es
un escritor de estilo minucioso lleno de juegos especulares y desdoblamientos
entre apariencia y realidad en un compás siempre binario y disémico
replanteándose los confines de la realidad en una armónica dialéctica de
contrarios.
Ninguno de
los dos hubiésemos llegado jamás a imaginar cuando nos conocimos hace unos diez
años en el instituto Valle del Jerte de Plasencia (donde coincidí con
él) que nos volveríamos a ver un día compartiendo mesa en un coloquio sobre su
obra, como así ha sucedido el pasado sábado donde presenté su obra junto al
eterno lector empedernido Tomás Vázquez (Klimt) ante un grupo
fiel de lectores, en acto previo a la entrega del premio tan justamente
merecido y que tras nueve ediciones recae por vez primera sobre un autor
extremeño.
Gonzalo vino
a Zafra la tarde del viernes junto a su mujer María José, elegante dama
extremeña de cordial conversación, con quienes compartimos unas horas de
tertulia en el café del Parador junto al referido Tomás Vázquez ,
la directora de la biblioteca Estrella Claver, el uomo politico Alejandro
Nogales y la concejala de cultura de Zafra Manuela Llera.
Siempre
discreto con las apreciaciones de sus lectores, envuelto en prudente recato, Gonzalo
jamás ha rebatido en firme ninguna valoración acerca de su obra ni a favor
ni en contra y esto hace que sus escritos graviten en la indeterminación de la
crítica siempre laudatoria a la espera de concretar intuiciones que Gonzalo
admite siempre y con las que (por qué no) se encuentra cómodo admitiendo
esa vasta pluralidad de sentidos que su obra irradia.
Todo lo
anterior queda dicho para constatar una vez más que por muchas horas de
tertulia que se sostengan, Gonzalo siempre tendrá un gesto
condescendiente para todos nosotros que validará nuestros argumentos,
consciente de la realidad abierta y compartida de la literatura.
Mientras
iba y venía, Gonzalo Hidalgo ya tiene otra obra en la calle: La sed de sal
(en la misma Tusquets), de la que
hablaremos próximamente, y sobre la que intentaremos desmigajar las claves de
su ingenio que él mismo prefiere (tal vez porque no sea plenamente
consciente) disimular.
Enhorabuena
pues por el Dulce al maestro de la Conversación y próspera vida en
Murania.
Esperemos
que Gonzalo y su mujer María José vuelvan pronto por Zafra
con ocasión de otro premio o sencillamente se dejen caer algún que otro día a
visitar a los amigos que siempre tendrán en esta ciudad.
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