El teatro tiene siempre la fascinación de la fugacidad
del momento que, asociada muchas veces al espacio donde se realiza hace de las
obras teatrales un ritual inolvidable.
Los chicos de La oveja Negra, liderados por Paco
Vizcaíno, han vuelto a montar (por tercera vez) hoy domingo al mediodía Los justos, original de Albert Camus, ahora en Centro Social Okupado ElConvento (SCRA) de Zafra, en la popular iglesia donde guardo algunos recuerdos de infancia de
alguna que otra misa dominical a la que acompañé siendo muy niño a mi abuela María.
El altar desnudo sirvió
de sugerente escenografía a una obra reivindicativa y social que propugna la rebeldía
social ante un sistema que explota la pobreza de los súbditos en favor de una
élite egoísta y ciega.
El conflicto entre las diversas formas de entender la
revolución social hace estallar el drama de unos personajes agrupados en una causa
suicida y envueltos en una atmósfera congestiva en donde a lo largo de cinco actos van a plantear su doble
dimensión personal y política, creando fricciones entre aquellos que se
guían por el concepto maquiavélico del fin para justificar cualquier medio y
los otros que en su sacrificio establecen
límites por puro amor propio en cuanto seres humanos.
Los actores lograron transmitir gran carga dramática
acompañados de una acústica especial, ellos eran Carlos Delgado representando a Kardaliayev,
un revolucionario idealista y sentimental, amante de Dora (Cari Santana), compañera anarquista que finalmente hará que sus propios compañeros se replanteen su violencia,
Annenkov
(Miguel Ángel del Ojo) es el frío
estratega necesario para crear contrapunto dramático, Karmele García da vida a Stepan,
guerrillero iracundo leal a la causa por encima de cualquier otra consideración y David
Copín, inseguro y confuso miembro de la célula. Paco
Vizcaíno representa a Voinov un
sarcástico inspector de policía, el impávido guardián de la cárcel lo interpreta
Lola Pavón y María Esteve hace doble papel: Fuka
el verdugo, cínico personaje y La gran
duquesa, en el drama de la viuda que necesita creer válido su propio
sufrimiento mediante el catolicismo.
La austeridad del espacio escénico de la iglesia
desvalida y desacralizada potenciaba la expresión dramática de la obra de Camus sintonizando con el ambiente claustrofóbico de unos personajes cuya humanidad
se superpone a todo compromiso artificial, oteando en el futuro finalmente, a
pesar de todos los pesares, una esperanza para la justicia en la confraternidad
de todos los hombres.
Estupenda catarsis sobre la redención civil en sintonía con el aire mágico de la transcendencia de este espacio, y comulgando con los ideales libertarios de El Convento, oficiado todo ello en una basílica vinculada a mi propia vida porque fue en este mismo altar donde
mis padres se casaron y donde poco después (hace ahora poco más de 40 años) me bautizaron, abriéndome a la vida,
de la misma manera que La Oveja Negra nos ha mostrado hoy con su obra una vía hacia
el nuevo horizonte en lucha por un mundo donde algún dia nadie sea más que nadie.
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