Tumbado sobre la tierra siento su latido y despacio, en
silencio, según avanza la tarde, voy sintiéndome parte de esa tierra en su
rotación infinita, energía, tiempo y, con él, su memoria, el proceso íntimo de
lo que he sido y soy en la marea de la historia.
Esta misma tierra sobre la que me encuentro tumbado, sintiéndola
dentro de mí, es la única que queda de
aquella tierra en la que jugábamos mi
hermano y yo. Forma parte de la granja del abuelo Juan, sepultada con el correr del tiempo
junto a nuestra infancia bajo el hormigón de estos barrios.
El mundo donde nacimos no existe ya sino en nuestra mente
como una isla llena de recuerdos, un horizonte agrario y luminoso perdido en las revueltas del camino al que ahora me asomo desde esta dimensión,
una vía sensorial abierta en esa misma tierra sobre la que me encuentro tumbado, escuchándola desde su esencia, en comunión orgánica con
el universo en su continuo discurrir.
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