Bordeando
el pequeño monte de pinos, ladera abajo voy, dejando atrás la Sierra de Los
Santos de Maimona para volver a Zafra siguiendo la huella de antiguas trochas.
Cruzando
entre pastizales camino bajo un sol inclemente. A la vista se ofrecen campos de almendros y el oro de los trigales tras la mies,
esperando ser recogido para el ganado, destilando en su aroma seco y pajizo todo
el espíritu del verano.
En un
espasmo huye al verme sin volverse atrás una liebre, tachonando en su pelaje
pardo el campo amarillento y sofocado de sol. Barbechos y brozas se enredan en los caminos donde resuenan las faenas ahora en descanso.
Tras rodear una colina diviso (por fin) la ciudad.
Doméstica y cereal, a mis pies se extiende dándome la bienvenida el inconfundible llano de Zafra.
Doméstica y cereal, a mis pies se extiende dándome la bienvenida el inconfundible llano de Zafra.
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