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Foto: Ricardo Bautista |
La imposibilidad de la
muerte en la mente de alguien vivo se llama el montaje que Teatro Xtremo ofreció
el 26 de junio en la santeña Sala Guirigai, abriendo el programa artístico Residentes2015.
Obra escrita por Ricardo Campelo, quien también actuaba junto a Diana Lucena y
Luisa Torregrosa, quienes interpretaron una ácida visión del hedonismo a través
de dos personajes lanzados en su desinhibición cuyas acciones son grabadas por
Campelo, proyectando este film dinámico sobre dos pantallas convergentes sobre
el escenario.
La obra es en sí misma una performance de gran inspiración en el agresivo y muchas
veces estrambótico accionismo vienés, una performance en la que confluyen
diversos lenguajes (como escribí para Madreselva) de una gran plasticidad
fundada sobre el body-art, que va desarrollando esta arriesgada dramaturgia en el lenguaje de la extraña y reiterativa danza
de las dos actrices que en su desnudez evocan la inocencia progresivamente vulnerada
del ser humano en el ritmo in crescendo
de su actuación congestiva y delirante.
La imposibilidad de la
muerte en la mente de alguien vivo pese a su título nada tiene que ver con las
divagaciones de un Milan Kundera, sino
con la obra de Damien Hirst, según Campelo, sobre el que se inspira. Esto es puramente un elemento
anecdótico porque sin esta referencia entenderíamos igual esta obra, que
encendió una viva polémica tras la función, en tertulia con todos los
asistentes, sobre el grado de compromiso que entrañaba una realidad artística
determinada, sostenida por Jose Iglesias (comisario de Residentes)
Independientemente de unas posturas u otras, nadie podrá
negar el riesgo y la transgresión que
supone la obra de Ricardo Campelo en lenguaje y sentido en lo que significa de
retrato ácido del lujo y el bienestar, que martiriza la mente del ser humano en su
vana ínfula de grandeza hasta alienarle y desposeerle de sí mismo. Ricardo
Campelo tiene la estética del glam, sí, pero está enfocada desde un
existencialismo inverso. El kitsch de Campelo es sólo una anécdota para
enfrentarse al teatro de la crueldad y al teatro pánico, desde donde emite su
discurso y centra su sentido siempre arriesgado, muy en la línea de la estética
de la Sala Guirigai y de ahí la justificación para hacerse eco de esta obra de la compañía jiennense TeatroXtremo.
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