Miguel de
Cervantes, el autor de Don Quijote (en realidad no sabemos con certeza quién creó a quién ni quién es más famoso
de los dos) fue una personalidad que responde plenamente al espíritu barroco,
un desequilibrio permanente entre la utopía y la realidad, un claroscuro
continuo que impregna todas las facetas de la época.
Hemos visto
en el cuarto centenario de la muerte de Cervantes muchos homenajes pero ninguno se ha
acercado a su compleja personalidad como en Los espejos de Don Quijote, la obra
que ha escrito Alberto Herreros y
que ha representado bajo su dirección la compañía madrileña Pánico escénico el 27 de diciembre en el
Teatro de Zafra, poniendo fin con esta función a una larga gira por toda España.
La obra
sitúa la acción en el penal de Sevilla donde Cervantes espera
su condena, acusado de malversar fondos de la hacienda real (hecho sucedido realmente en 1597). En una celda
cercana acaban de encerrar a su amada Dorotea,
con la que pensaba escapar a Indias
junto a un excéntrico escritor inglés que resulta ser William Shakespeare . El
encuentro fortuito (e imaginario) entre los dos escritores da lugar a una delirante conversación (los espejos a los que alude el título),
que será el germen de sus obras maestras posteriores (en sus referencias a Hamlet y Don Quijote, respectivamente), amparados por un carcelero veleidoso, verdadero demiurgo en versión
esperpéntica que permitirá la comunicación entre los personajes
(previo soborno) estructurando la dramaturgia de la obra.
El
desarrollo de la historia es un drama de gran peso psicológico concentrado en el
personaje de Cervantes (David Lorente), cuyo personaje, cautivo
y preso (con igual locura que su Quijote)
muestra toda la miseria vital del célebre manco
de Lepanto en una actuación visceral
y dramática apoyada por Marta Guerrero
(Dorotea) y contrapesada por la comicidad del carcelero (Pedro Miguel Hernández, con su gran fuerza histriónica de siempre)
y de un Shakespeare interpretado con inteligentes dosis de ironía por Chema Pizarro.
Alberto Herreros ha elaborado una obra que explora
la dimensión psicológica del autor del Quijote, empozado en las tempestades del
siglo de Oro español, como muy bien ha reflejado con su compañía Pánico
Escénico.
Después de
tantos actos (de justo reconocimiento sin duda) en homenaje a Cervantes como
excelso escritor, esta actitud desmitificadora de Herreros resulta muy
saludable para comprender en profundidad a Miguel de Cervantes, personalidad muy oscura,
como tantos otros maestros del barroco, en una época tan convulsa y tan cercana
a la nuestra en su conflictividad porque, al igual que sucedió en el Barroco, nuestra
realidad está igualmente llena de esplendor y miseria.
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