El año
Cervantes nos ha dejado una estela de obras ingeniosas en memoria del Manco de
Lepanto pero seguramente pocas han interiorizado en su psicología como la que ha firmado Luis Felipe Blanco Vilches, autor de La otra mano de Cervantes, obra que ha
representado la compañía sevillana La fundición dirigida por Pedro Álvarez
Ossorio el 27 y 28 de enero en la Sala Guirigai de Los Santos de Maimona.
La obra
sitúa la acción en el penal de Sevilla donde históricamente Cervantes cumplió
pena acusado de prevaricación, un comienzo donde coinciden algunos homenajes
cervantinos, ya que la prisión es el lugar del fracaso y por eso es propenso a
la reflexión, que dará lugar al ensimismamiento del protagonista (Sebastián Haro), que repasará su obra y
su vida en compañía de Diego (Jasio
Velasco), su compañero de celda, ante el que declara su justificación
artística y existencial.
La estructura
de la obra se establece en torno a los dos momentos de la progresión
psicológica del personaje en presidio (su título alude a ello como si de una
memoria apócrifa se tratase), curva que Haro
supo trazar con habilidad y aplomo en su interpretación.
Inicialmente,
cuando recién llega a la cárcel, el personaje se arropa de una gran jactancia
como defensa ante la adversidad, frente a la que va cediendo paulatinamente hasta
que acaba reconociendo su crimen, despojándose de toda máscara, disueltos ya
los argumentos que le permitían vivir en la altanería de su engaño.
Paralelamente,
su compañero de celda Diego (Jasio Velasco),
personaje rudo y bobalicón, asumirá en un segundo momento la conciencia artística del personaje de Cervantes
(mientras que éste desciende a los infiernos, como decimos), de la misma manera
que en El Quijote se quijotiza Sancho
y se sanchifica Don Quijote, invirtiendo sus roles iniciales. Esta dinámica es subrayada
musicalmente por el cello de Carmen
García Moreno, personaje secundario que completa la acción en una
escenografía muy vistosa diseñada por Rocco
Lombardi, planteando un espectáculo de efectos visuales (diseñados por Carmen Mori) muy sugestivo, de acuerdo a
las elucubraciones y a la fantasía proyectad de los personajes.
La otra mano de Cervantes de Blanco Vilches, representada ahora en la Sala Guirigai, afronta la
sensibilidad de Cervantes desde su
propia humanidad como un ser oscuro y cínico cuyas palabras continuamente hacían
un guiño a la actualidad española más candente que, por muchos siglos que hayan
pasado, siempre son actuales, del mismo modo que se muestra siempre de palpitante
actualidad y talento su obra inmortal Don
Quijote de la Mancha.
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