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Foto: Claudia Vázquez |
Ara Malikian y su violín son una sola entidad que vibra, siente y entiende la realidad al vibrar sus cuerdas. Ara Malikian, gallardo se pasea por el escenario, traspasado de memoria y música. Habla y llora con su violín, extrayendo de él un río de música que él deja fluir a través de todo su cuerpo, sorprendiéndose e inaugurando el mundo a cada nota, con cada latido de su corazón.
La noche del domingo
16 de julio actuó en el teatro romano de Medellín (Badajoz),
un entorno lleno de sabor romano y medieval que proyectaba y nutría el discurso
musical de Malikian, hermanado y
fundido en el teatro junto a todos nosotros en una actuación que rindió
homenaje a sus maestros: Paganini, Vivaldi y Bach entre otros, ejecutando obras propias y versiones de clásicos
y contemporáneos del rock, salpicado todo ello con toques étnicos de gran
colorido, fusionando estilos gracias a una orquesta poderosa y muy hábil
congeniando con el maestro, cuya brillantez hizo olvidar los discutibles aspectos organizativos que rodearon al concierto.
Ara Malikian demostró una vez más su carisma
musical y personal en un concierto donde interpretó sus caprichos como la Danza del percebe o el delicioso tema
compuesto a su hijo Kairo, también recordó el genocidio armenio del que su abuelo huyó gracias al mismo violín que
Malikian estaba pulsando en el concierto (de ahí el planteamiento conceptual de
la gira: La increíble historia del violín, propuesta sobre la que iba desgranando
diversas notas de su biografía en la introducción a los temas, intervenciones
donde Malikian reflejaba su gran fuerza cómica pero también su compromiso con
los problemas sociales del momento y entre ellos, el problema de los refugiados,
ya que no en vano él mismo fue uno de ellos cuando huyó del Líbano buscando un
futuro. Este futuro, acompañado de su virtuosismo musical, su inmenso talento y
su honda humanidad reservaba con todo merecimiento a Ara Malikian ser uno de los maestros de la música actual.
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