El misterio del santuario de Cancho Roano




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Hay intuiciones que regresan para evocar el enigma de la historia en una rueda infinita a lo largo del tiempo. Cancho Roano evoca el esplendor de la era olvidada y misteriosa del reino de Tartessos, extendido sobre el suroeste peninsular, reino que comerciaba con los metales, especialmente con la plata cuyo único rey conocido, Argantonio que vivió 120 años  y dispensaba plata a manos llenas, según Heródoto apunta en el siglo VI a.C., el primer historiador que ofrece referencias de este reino, se remonta a la Edad del Bronce, allá en el III milenio a.C.

Situado a medio camino entre Zalamea y Quintana de la Serena, en una extensión solitaria, desviándose de la carretera bordeando un árido coto y tras seguir una pista forestal, como escondido de todos en esta dehesa montaraz y rocosa de Zalamea se muestra Cancho Roano,  construcción similar a una pirámide escalonada, a modo de zigurat sumerio, un santuario rodeado por un foso que nos da idea de recinto sagrado, en cuyo interior se agrupan una serie de estancias relacionadas con el culto y la supervivencia diaria de ese grupo humano, sin duda, élite exquisita orientada a estas tareas donde religión y poder son la misma cosa, como distinguidos ermitaños de un remoto culto pagano.

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Foto: Claudia Vázquez

Se advierte que la simetría es un elemento espacial singular en este recinto. Es significativo que el altar (en forma de letra omega) se encuentre en el centro de la construcción, nada más entrar se ofrece al paso del visitante, tras un pozo (verdadero eje espacial) fuente de vida y a cuyos lados se encuentra el almacén de herramientas y el de víveres y se distribuyen distintos habitáculos. Esta disposición nos muestra a la divinidad como centro del universo, que rige la vida de los hombres en su devenir histórico y humano.

Alrededor de esta edificación y en la base del zigurat aparecen seis habitáculos por cada uno de los cuatro lados del santuario, en total, 24 espacios destinados a diversos usos. Una disposición mágica, 24, en torno a los cuatro puntos cardinales (también las cuatro materias terrestres) que unido al 6 (de hermético sentido) ofrecen una cifra mágica cuyo sentido aún no se ha resuelto.   

Se siente el latido insistente del misterio en la soledad esteparia de Cancho Roano, habitado por el viento, que nos trae de entre las ruinas, en un eco ancestral y legendario, el enigma de Tartessos, un reino perdido en la historia.

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