Valladolid
El
Campo Grande es una apoteosis de verde y azul en Valladolid. Parque romántico
donde campan anchos los pavos reales y el agua, unánime, se hace presente en el
paseo solar entre lagos soñadores y surtidores risueños.
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Paseo
crepuscular entre el románico y el barroco castizo del poeta Eduardo Fraile,
que descansa de la intensa temporada literaria leyendo y escribiendo
tranquilamente, mientras se replantea el horizonte de su exquisita editorial
Tansonville.
Al
pasar por el palacio donde nació Felipe II (el palacio de los Pimentel),
Eduardo nos ilustra con la anécdota de la reja por la que hicieron salir al rey
a su bautizo en la cercana iglesia de San Pablo (a unos pocos metros de allí),
argucia sin la cual este monarca se hubiera cristianado en la iglesia de San
Martín, con la que sus padres mantenían algunas desavenencias.
Valladolid
es un retablo vivo de historia donde se siente bullir la actualidad en una
vital mezcla de tiempos diversos rebosante de encanto.
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Santander circunspecta, adusta
y señorial se extiende en torno a sus
playas en una hilera interminable de palacios al modo de un Montecarlo ibérico,
soleado y montañoso, de gratos bulevares impulsando horizontes.
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