Amalia y el río. Una historia de contrabando



El producto literario viene a ser siempre una consecuencia del contexto de una comunidad, un reflejo o más bien el síntoma de una inquietud concreta, como es el caso del contrabando en Extremadura, fenómeno social extraído de la marginalidad de la posguerra española cuyo tratamiento en la ficción ha derivado en un subgénero con carta de naturaleza propia por el carácter fronterizo de la región extremeña con Portugal,  cuyas obras más destacadas comienzan con  Los mochileros de Antonio Ballesteros en 1971, con Basaliga. Condenados al contrabando, de David Piñero (1994) y pervive con la novela más reciente La raya de Fran Serrano en 2021.

Sin embargo, hasta ahora nadie había planteado una obra teatral sobre el contrabando como la que en estas fechas, 2022, ha representado Guirigai Teatro a partir del texto (y la dramaturgia) de Agustín Iglesias Amalia y el río, protagonizada por Magda García-Arenal y Cándido Gómez, adaptación del testimonio real de una estraperlista.

El río se hace presencia permanente en la obra como frontera física y mental que ha de cruzar la protagonista, Amalia, representada en el enorme lienzo zaherido de jirones y flecos de la escenografía, simbolizando el mundo interior atormentado de Amalia, que vive ensombrecida por la dureza de su vida, alienada y sola (quedará viuda con ocho hijos a cargo) pero con una pertinaz voluntad de supervivencia porque solo puede huir hacia adelante, una mujer muy resistente y de gran fortaleza (física y mental) que hará los más duros trabajos para sobrevivir hasta que emigra a Barcelona en los años 60 y allí normalizará su vida humildemente hasta su jubilación.    

Magda García-Arenal encarna a Amalia, mujer de gran resistencia y obstinación, sosteniendo la obra a lo largo de un monólogo que a modo de penosa cantilena desgrana al público en una confesión íntima y dolorosa cuyo contrapunto será el personaje polivalente que encarna Cándido Gómez, desdoblado en la figura de la autoridad, ya sean los guardinhas o los fascistas españoles (estos últimos tratados con el sarcasmo propio de Agustín Iglesias) e incluso añadiendo notas localistas que ventilan algo la angustia del drama.

Las perseverantes maletas y fardos son elementos con los que el personaje de Amalia tiene que trajinar diariamente como contrabandista y a la vez simbolizan los remordimientos que arrastra su conciencia a medida que la obra avanza al igual que los sinsabores de su vida, cuyo único horizonte es la supervivencia.

Magda García-Arenal hace suya la amargura de la protagonista, Amalia, en una interpretación brillante en la que se intuye tras el trastabillar de la confesión angustiada su destino natural asumido desde la pobreza, reflejando además los rasgos dialectales extremeños (interiorizados por la actriz asentada en la región largos años). Pese a la dureza de su testimonio, en la naturalidad y frescura que García-Arenal ha transmitido a su personaje, se advierte que Amalia no ha sido engullida por el drama y que, pese a todos los pesares, la vida continúa y ella también, quedando atrás todos los estigmas sufridos, como una más de las supervivientes de la tragedia, con lo que la última producción de Guirigai Teatro es un homenaje que Agustín Iglesias brinda  a todas aquellas personas anónimas que con honestidad y sencillez han sabido superar todos sus traumas, viviendo al fin y al cabo una vida invisible y pacífica, pero sobreviviendo con la dignidad que a duras penas han sabido ganarse.  

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