Los Barruecos y el arte de Wolf Vostell

 



Explorar el entorno de los Barruecos es descubrir una nueva dimensión mental. Es reencontrarse con la memoria intemporal del ser humano. Las formas caprichosas de aquellas rocas que nos hacen soñar con seres fabulosos y eras remotas nos introducen en una sugestión arraigada en la conciencia ancestral del ser que balbucea en las pinturas de unas personas que así, sobre las rocas (las pinturas rupestres) nos transmitieron el sentir de sus vidas, esas mismas personas que enhebraron rayos de luz en los equinoccios rindiendo culto al sol gracias a una técnica exacta desconocida hoy en día, perdida en la historia.

No es de extrañar que el artista alemán Wolf Vostell se acercase a esta tierra cacereña (entusiasmado por el documental de Luis Buñuel, Las Hurdes. Tierra sin pan) para ratificar personalmente su intuición. Llegó entonces a Los Barruecos, en las inmediaciones de Malpartida de Cáceres y poco a poco se fue afincando en este paraje donde hoy se encuentra el museo que él creó y lleva su nombre.

Wolf Vostell encontró en Los Barruecos una fuente primigenia de donde brota el sentido de la vida, y se consagró a la creación nutriéndose de la energía mineral de esta zona habitada desde el neolítico, sintiendo sus fuerzas telúricas, que trascienden todos los artificios de la vida humana y sus convencionalismos.

El arte de Wolf Vostell supone la supremacía de la naturaleza sobre cualquier imposición externa de la humanidad (sustrato de su de-collage), el sentido de su obra nos remite a nuestro origen como pueblo y como especie en una dimensión mítica, en consonancia con el ámbito indómito y salvaje de Los Barruecos, eterno misterio flotando en la memoria sin tiempo del cosmos.





                        



 

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